Kouichi Okamoto. Composition chair, 2009

[1] La idea de la silla disfuncional parte de la hipótesis de que a través del diseño industrial pueden visualizarse, aislarse semióticamente, algunos síntomas del estado evolutivo del capitalismo en el mundo contemporáneo, un capitalismo de carácter amorfo, voluble y mutante, cuya función principal consistiría en asumir y adoptar cualquier forma ideológica o modelo de representación social, cultural o económica que permita su subsistencia. La silla deja de funcionar como artículo o producto con un fin clarificado, convirtiéndose en una imagen tridimensional, proyectada, del esteticismo sin objeto.

[2] La silla disfuncional reformula el pensamiento del liberalismo radical en la dirección de una estética amorfa, es decir, en estructuras que pueden amoldarse a cualquier discurso político, estilístico o moral. ¿Podríamos hablar del diseño industrial como el soporte filosófico-estético de ese sistema?. En comparación con el uso que las vanguardias históricas habían hecho de la idea de originalidad y su proclive desprecio por una concepción mercantil del sistema del arte, idea que parece apoyarse en una experiencia maximalista de la critica cultural, el siglo XXI difumina los limites entre arte, industria y utilidad, y refuerza la atracción de lo sensorial como mecanismo de consumo

[3] El ejemplo de la silla disfuncional aporta tan solo algunos elementos minúsculos de ese paradigma, pero en ella se detecta un proceso de inversión mercantil. El sujeto es consumido por el objeto. Es el individuo quien ha de adaptarse a un nueva aerodinámica. El diseño se convierte en un fin en sí mismo, de la misma manera que el capitalismo global no precisa más legitimación que su propio alarde expansivo, cambiante y adaptable. Diseño y capitalismo se funden en una misma retícula política-cultural abstrayéndose de las necesidades reales del sujeto.

[4] La forma es la excusa que argumenta una necesidad improbable. En ese transcurso, el diseño neoliberal representado por la silla disfuncional emerge bajo un código nuevo: el objeto pierde su referente inmediato, en el contexto de un sistema financiero por el cual el dinero ya no exige correspondencia física alguna.

Fernando Campana & Humberto Campana, Anemone chair, 2001